Es hija de un prócer del teatro, está de novia con un gran actor y estrenó un film de colección

Para los que superaron la barrera de los cuarenta y largos, el Circo de Moscú es una marca que, inmediatamente, remite a un clásico del entretenimiento en Buenos Aires e instalada en el inconsciente colectivo de varias generaciones que disfrutaron del magnífico arte de sus artistas a partir de una tradición ancestral y fundante en el ejercicio de las artes escénicas.

La realizadora audiovisual y guionista Saula Benavente fue en busca de esa usanza, recuperando una atmósfera, un tiempo y una historia a través de su documental Una vez, un circo, una magnífica pieza cinematográfica con imágenes de archivo de gran valor y testimonios de protagonistas de primera mano en torno a lo que, en realidad, se llamaba Circo Estatal Ruso.

“El circo me remite a mi primera infancia, por eso encontré en ese mundo algo que me interesaba contar. Además, mis antepasados eran de carromato. De hecho, el abuelo de mi papá fue un payaso muy importante de apellido Padín”, argumenta Benavente, quien, además de sus genuinos méritos artísticos, posee una atrapante historia de vida, nada usual, por cierto.

Una vez, un circo tuvo un paso muy reconocido por el Bafici y lleva tres semanas exhibiéndose en el imprescindible cine Gaumont, además de ofrecerse en cartelera de otras salas Espacio INCAA del país.

La directora recibe a LA NACION en su casa de Palermo, pletórica de vegetación y acompañada por unos cuantos gatos, dos perros y nueve tortugas. Un oasis natural en medio de la ciudad.

Saula Benavente y su pareja, el actor Luis Brandoni, durante una entrega del premio Martín Fierro

A poco de comenzar la charla, la conversación se interrumpe porque suena una alarma que le recuerda a Benavente que debe llamar por teléfono a su pareja, el actor Luis Brandoni, quien se encuentra en su casa durmiendo la siesta. “Tengo que despertarlo para que vaya al teatro”, aclara esta mujer de apellido ilustre, hija del notable pintor, escenógrafo y vestuarista Saulo Benavente y de la reconocida escenógrafa Graciela Galán. Además, su tía fue la recordada actriz Mónica Galán.

“Gracias, mi amor”, se escucha decir a “Beto” Brandoni desde el otro lado de la línea. Ahora sí, momento de charlar largo y tendido con Saula Benavente, entre mates y café, y bajo la atenta mirada de Sarmiento, un perrito de lo más cariñoso que se empecina en reclamar mimos y que, desde ya, logra su cometido.

El enorme escenógrafo y pintor Saulo Benavente junto a su hija recién nacida

Respiró arte desde siempre, criada en Paraguay y Reconquista, en un edificio donde, en cada piso, vivía una parte de la familia. Hoy, sigue inhalando estéticas, poéticas y pensamientos en torno a la creación. Incluso, desde su rol en la comisión que selecciona los proyectos ganadores del programa Mecenazgo, que se entrega en la ciudad de Buenos Aires y es sumamente valioso para el incentivo de la actividad artística.

Había una vez…

“La llegada del Circo en 1966 fue un acto de inconsciencia de mi padre y los dos socios que convenció”, explica la hija, orgullosa de la obra y las proezas de su progenitor que murió cuando ella tan solo contaba con diez años.

“Él había viajado a Rusia como miembro del Instituto Internacional de Teatro y, en Moscú, le ´chanchereó´ a la ministra de cultura de ese momento y la sedujo para que se pudiera traer a la compañía a Buenos Aires”.

-Todo un desafío económico.

-Era una época donde algunos artistas y productores se aventuraban, hoy todos somos más cautelosos. Hicieron una cooperativa, les pidieron guita a los bancos y hasta puso plata gente del Partido Comunista. La primera visita del Circo al país fue un éxito, lo cual hizo que, rápidamente, se transformara en un negocio.

La semilla del film dirigido por Benavente se remite a algunos años atrás, cuando Carlos Garaycochea, productor de la película junto con la compañía El Borde, le escribió comentándole sobre su archivo en torno al Circo de Moscú, ya que su padre, hermano del humorista Carlos Garaycochea, lo había producido en la década del ochenta. Por otra parte, el empresario había sido uno de los responsables de importar al país el material fílmico del director ruso Nikita Mijalkov.

“´Quiero hacer algo con todo el material´, me dijo. Trabajamos un año por videoconferencia, ya que eran los tiempos de la pandemia, dándole forma al proyecto”, recuerda la directora.

Sumándose a ese acervo de Garaycochea, Saula Benavente aportó lo suyo, ya que su padre, junto con otros socios, había sido el primer productor que trajo a la compañía rusa a Buenos Aires en el año 1966. “Mi papá, que falleció en 1982, lo produjo hasta la década del setenta”.

“Es el espectáculo más antiguo del mundo, que puede rastrearse desde tiempos remotos en los rituales de los cinco continentes porque la unión de la danza en sentido amplio, palabra y música que caracteriza a los ritos, está en el origen del circo”, sostuvo la siempre precisa investigadora Beatriz Seibel en su libro Historia del circo (Ediciones Del Sol).

Indudablemente, el circo es uno de los lenguajes escénicos con mayor peso específico e injerencia dentro del campo de lo escénico.

-¿Existe actualmente la compañía?

-En Rusia aún existe el Circo Estatal, con unos edificios espectaculares. Para la película entrevistamos a muchos de los artistas de aquellos tiempos en los que visitaban Argentina.

Los artistas soviéticos cruzaron por primera vez la Cortina de Hierro para presentarse en un país latinoamericano, en tiempos de la Guerra Fría. La compañía gozaba de un enorme nivel artístico hasta que, con la irrupción de la Perestroika y el fin del Estado Soviético, el circo se vio afectado. “Mi película trata sobre el circo soviético, qué impronta tuvo y cómo cae junto con la URSS”.

Conmueve ver en el documental aquellas funciones llevadas a cabo en el Luna Park porteño. Familias enteras colmando las plateas y tribunas y un espectáculo que contemplaba la presencia de animales en vivo, hoy algo que no rige en nuestro país.

El vínculo de Benavente con la cultura rusa la llevó a balbucear el idioma, algo que facilitó su tarea documental sobre el circo. “No era el propósito de la película, pero no se puede hablar del Circo de Moscú sin hablar sobre lo que iba pasando en la URSS. El utilero de Argentina me contaba que se podían dar cuenta de la situación social y política del país por cómo se manejaban los artistas, qué productos compraban en nuestro país, qué necesidades tenían. En los 70, buscaban pasear e ir a museos; pero, en la década siguiente, eran más consumistas de ropa, jeans, maquillajes; las mujeres compraban pantys y esmaltes de uñas para vender allá”, explica la directora.

Una familia

-¿Cómo es llamarse Saula Benavente?

-Estoy acostumbrada.

-Me imagino.

-De chica me quería llamar Cristina de la Torre y trabajar en un banco para poner sellos. Hoy en día me gusta mi nombre. Cuando comencé a estudiar cine, cada vez que un profesor me preguntaba cómo me llamaba, venía indefectiblemente “sos la hija de Saulo”, eso me daba mucho pudor. Hoy me puedo jactar de no haber utilizado mi nombre ni de haber pedido un favor por ser quién fue mi padre. Me da orgullo llamarme como me llamo y que no fue algo snob, sino que tiene una razón.

En plan de denominaciones “exóticas”, su hijo se llama Baldonero: “Porque me gustan los nombres antiguos”.

Hace un cuarto de siglo, Benavente formó pareja con Gerardo Rotblat, percusionista de la banda Los Fabulosos Cadillacs, fallecido en 2008. Fruto de esa relación nació Baldomero, hoy un joven de poco más de veinte años y a punto de recibirse de psicólogo. Así como su madre siente empatía por la cultura rusa, su hijo es un cultor de la idiosincrasia japonesa.

La muerte de Gerardo me destrozó porque no sólo era un dolor mío, sino que también atravesaba a mi hijo de cinco años, fue la muerte que más me afectó”.

En cambio, reconoce que construyó su propia vida marcada por la ausencia de Saulo Benavente: “Falleció cuando yo tenía diez años, con lo cual, mi vida fue siempre sin mi papá. Se repitió la historia con mi hijo, que tampoco tuvo al suyo, nos tocó esas desgracias y construimos sin esa parte. A veces, decimos ´qué mierd… que nos pasó esto´, pero pudimos salir adelante, no son ´ausencias presentes´”.

-A partir de la diferencia de edad entre ustedes, ¿considerás que tu pareja con Luis Brandoni se gestó, inconscientemente, para reparar la ausencia de una figura paterna?

-Para nada, nunca me interesaron los hombres mayores, mi relación con Brandoni es una excepción en mi vida.

-¿Cómo se dio?

-Fue cuando acompañé a mi madre al cumpleaños número 80 de Claudio Segovia (creador de la compañía Tango Argentino). Cuando llegamos, mi silla la había ocupado Soledad Silveyra. En ese momento, desde otra mesa escucho que alguien dice “por favor, que se siente acá”. Era la voz de “Beto”. En esa mesa también estaban Marilú Marini y Ana María Picchio.

-¿Lo conocías?

-Al pasar. Luego de eso nos vimos un par de veces, compartimos algunas comidas.

-¿Te atrajo?

-Soy curiosa y él es muy encantador. Debo reconocer que, al principio, me costó lo de la edad, sobre todo por el “qué dirán” de la gente. Al principio, me preocupaba que en la calle pudieran pensar que se trataba de un vínculo “sugar daddy”, pero, rápidamente me di cuenta que yo no contaba con los atributos físicos para que se supusiera eso.

Cuando comenzó la relación, Saula Benavente contaba con 40 años y Luis Brandoni había cumplido los 73.

-¿Quién tomó la iniciativa?

-Él. Me acuerdo que le comentaba a mi tía Mónica (Galán) que me había invitado a salir Brandoni y que no sabía qué hacer.

-¿Qué te respondía?

-“Salí, andá, aprovechá”.

-¿Qué dijo tu madre Graciela Galán?

-Al principio, se lo oculté, porque, incluso, ellos habían trabajado juntos. Uno cree que es re canchero, pero tuve que vencer muchos prejuicios, hasta que entendí que no me tenía que importar lo que opinara el resto del mundo.

Treinta y tres años de diferencia no pudieron doblegar a la pareja

-¿Cómo es el vínculo con las hijas de Luis Brandoni?

-Me llevó muy bien con las chicas.

-¿Así fue siempre?

-Fue una construcción, pero, como ellas ya eran mujeres adultas no tuvimos que organizar una familia ensamblada. Todo fluyó rápidamente.

-¿Tenés trato con Martha Bianchi, la exesposa de Brandoni?

-Por supuesto, hemos compartido muchas cenas familiares.

-¿Todos juntos?

-Claro, todo es normal, no hay nada raro. “Beto” y Martha tienen dos hijas, nietos, estuvieron juntos muchos años. Hemos pasado fiestas con todos ellos, mi mamá y mi hijo. Yo fui criada en lo que hoy se dice que es una familia “disfuncional”, muy moderna para su momento.

-¿Por qué?

-Mis padres nunca se casaron, mi madre tuvo otras parejas. A mis primos y a mí casi que nos criaron mis abuelos, porque mis viejos trabajaban todo el día. No formo parte de una “generación de cristal”. Vivíamos todos en un mismo edificio, a metros de las tiendas Harrods. En el primer piso estaban mis abuelos, en el segundo se habían instalado Lorenzo Quinteros y Tina Serrano, el tercero lo ocupábamos mi mamá y yo y la cúpula era de Mónica, mi tía hippie.

En su casa de Palermo, Saula Benavente vive rodeada de plantas y mascotas

-¿Tomás dimensión de quién fue Saulo Benavente para la cultura argentina?

-Sí, cada vez que digo mi nombre aparecer algo bueno, jamás escuché una crítica hacia mi papá, todos se refieren con admiración y cariño hacia él, aunque, las nuevas generaciones que estudian arte, cine o teatro desconocen quién fue.

-Una falencia grave.

-Tiene que ver con la formación que hoy reciben los profesionales, con el poco valor que se le da a la obra de gente destacada y a la historia, por eso, haber hecho el documental sobre el Circo de Moscú lo siento como una necesaria preservación del patrimonio.